Tienen ustedes un buen resumen del debate en este texto de El País, incluyendo la pieza complementaria donde se muestra que, en efecto, el cambio produciría, con resultados electorales como los de 2008, 2011, o 2016, una clara mejoría de la proporcionalidad (que también se vería en otras elecciones, si se hiciera el cálculo), sin meterse en los charcos de redistribuir diputados entre provincias, ni aumentar el número de diputados, las otras dos alternativas constitucionalmente posibles, pero muy impopulares, por diferentes motivos, hoy en día.
Por eso mismo me parece una reforma muy defendible, al menos como un primer paso, a la espera de un momento posterior en el que poder hacer otras reformas más ambiciosas, que requerirían una reforma constitucional, como La reforma electoral perfecta, propuesta por Alberto Penadés y José Manuel Pavía, u otras que se han ido proponiendo a través de los años.
En esta entrada sólo quiero hacer un añadido a la discusión (que pretendía breve, pero me he alargado), aclarando un malentendido, que he visto circular incluso entre personas bien informadas, que conocen bien el sistema electoral, y que se podría formular de la siguiente manera: es posible que con la fórmula Sainte-Laguë el sistema en su conjunto sea más proporcional, pero esto se consigue a base de hacer menos proporcional el reparto de escaños en muchas provincias, especialmente las que tienen menos diputados, dando a los partidos medianos (como Podemos o Ciudadanos) más de lo que les correspondería, y quitándoselo a los grandes (PP, PSOE). Como en otras provincias los grandes siguen sacando una sobrerrepresentación, el conjunto final puede ser más equilibrado, pero para ello se cometerían "injusticias" o repartos claramente desproporcionados en ciertos lugares.
Una variante de esta argumentación lo tienen en el artículo de El País citado más arriba:
[la reforma propuesta] también produciría disfunciones. En Segovia, por ejemplo, que reparte tres escaños, el PP, que logró el 45,46% de los votos en 2016 cedería uno de sus dos escaños a Ciudadanos, que fue la tercera fuerza en la provincia con solo el 15,32%. En Huelva pasa algo parecido: el PSOE logró casi el 36% de los votos y el PP el 33,4%, y obtuvieron dos actas de diputado cada uno (Podemos se llevó la quinta). Con Sainte-Laguë el partido de Rajoy cedería uno a Ciudadanos, que solo obtuvo el 11,7%. En el cómputo global nacional, sin embargo, estos desarreglos se compensan, y es cierto que, si se busca una mayor proporcionalidad, Sainte-Laguë lo logra en mayor medida que D'Hondt.
De manera similar se expresaba este tweet de un buen lector del blog, AJ Calzado:
El #pucherazoElectoral de los populistas @CiudadanosCs y @ahorapodemos (@pnique con @PepaBueno)#TERUEL— AJ Calzado 🇪🇸🇪🇺 (@ajcalzado) 18 de febrero de 2018
PP: 30.837
PSOE: 19.638
UP: 12.442
Se trata de que el PP y UP tengan lo mismo
PP: 1
PSOE: 1
UP: 1
Que 30.837 valga lo mismo que 12.442 es MÁS justo, MÁS proporcional?
🙄🙄🙄 pic.twitter.com/jFuA4aLKH7
En otro tweet AJ Calzado aludía también al caso de Segovia, citado más arriba.
Pues bien, ¿es cierto que el reparto en Segovia o en Teruel, con Saint-Laguë sería "peor" o "más injusto" que con D'Hont? Veamos el ejemplo de Segovia. Este es el reparto de votos, en 2016, y los escaños que conseguiría cada partido, con el sistema actual, y con el sistema propuesto.
Para Teruel ocurre algo muy parecido, pero el tercer partido "beneficiado" es Podemos en lugar de Ciudadanos:
De entrada, los dos ejemplos ilustran claramente lo difícil (imposible) que es hacer un reparto "proporcional" de escaños, cuando los escaños a repartir son muy pocos. Si estos resultados correspondieran a una provincia (o municipio, o región) en la que se repartieran 10 escaños sería todo mucho más sencillo: al menos 4 escaños para el primer partido, 2 para el segundo, y 1 a tercer y cuarto, y podría haber alguna duda sobre cómo repartir los otros dos (que tal vez serían algo distintos en las dos provincias). En todo caso, 8 de 10 diputados, o el 80% de la representación, no plantea dudas. Sólo dudamos qué hacer con un 20% de la representación.
En cambio, con tres diputados, todo es más complicado. Si pensamos que cada diputado "vale" un 33,33% de la representación, sólo hay un diputado que no plantea dudas, que es el obtenido por el partido ganador (el PP en ambos casos), que tiene más del 33,33% del voto. Ninguno de los demás partidos "se ha ganado" un escaño. Por lo tanto, tenemos que repartir de manera "injusta", dando más representación de la que los partidos "se han ganado", 2 escaños, un 66,66% de la representación de la provincia. Mal negocio, en todo caso.
Con estos repartos de votos, las dos soluciones propuestas por D'Hondt y Sainte-Laguë son realmente las únicas entre las que podríamos dudar. Lógicamente, si se busca la proporcionalidad, sería claramente peor dar los tres escaños al ganador, o repartir 2-1 o 1-1-1- de maneras diferentes a las dos consideradas.
Así que, básicamente, con estos votos, esa es la opción: o bien 2 PP /1 PSOE (el resultado con d'Hondt), o bien 1 PP /1 PSOE/ 1 (Ciudadanos/Podemos) (el resultado de Sainte-Laguë).
¿Cuál de las dos es mejor? A A.J. Calzado, como supongo que a mucha otra gente, la segunda le parece, intuitivamente, una aberración: ¿cómo va a tener la misma representación un partido con el 46% o 42% del voto, que otro con el 15% o el 17%? Es verdad, suena muy raro. Pero si uno tiene dos diputados y otro tiene cero, la representación del 46% no es proporcional tampoco a la del 15%, . Dos es infinitamente más que cero. ¿No hay algo también desproporcionado en ese reparto?
Para responder a esa pregunta debemos "medir la proporcionalidad", cosa que los científicos políticos llevan haciendo décadas. Hay muchos índices propuestos para hacerlo, pero todos toman como punto de partida para su cálculo la diferencia entre la proporción de los votos y escaños que cada partido obtiene. Veamos la situación en Segovia, con los dos repartos posibles:
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Una vez hechos estos cálculos, se han propuesto, como decía, diferentes índices para medir la proporcionalidad (o desproporcionalidad). Normalmente, en todos esos índices, a mayor valor, mayor desproporcionalidad. Veamos varios de ellos:
- Se puede usar simplemente como indicador la diferencia más alta, en valor absoluto, entre votos y escaños, del partido mejor o peor tratado por el sistema. En este caso el valor más alto es 20,97% para D'Hondt y 17,87% para Sainte-Laguë. D'Hondt sería menos proporcional.
- Se puede sumar todas las diferencias, y dividirlas por dos (o sumar sólo las diferencias positivas), para calcular el total de los "premios" de representación que obtienen unos partidos, y que es, por definición igual al total de "castigos" de otros (hablaré en adelante de premios y castigos para referirme a esas diferencias positivas y negativas, por comodidad de lenguaje, aunque sería más neutral hablar de sobrerrepresentaciones e infrarrepresentaciones). Este es el índice Loosemore-Hanby, que da, para D'Hondt, 32,67% (la suma de los premios de PP y PSOE) y para Sainte-Laguë 29,58% (suma de los premios de PSOE y Ciudadanos). También con este criterio Sainte-Laguë es más proporcional.
- Se puede dividir la suma de todos los premios y castigos entre el número de partidos que concurren, lo que captura el premio o castigo medio por partido (este es el índice de Rae). Como es el mismo en ambos casos (10), la división sale lógicamente, de nuevo, mayor para D'Hondt (6,53%) que para Sainte-Laguë (5,92%).
- Como este reparto es muy sensible al número de partidos presentados, se ha propuesto otro índice que simplemente cuenta las desviaciones medias (en valor absoluto) de los dos partidos con más votos, que suelen ser los más beneficiados (este es el índice Lijphart). En este caso, para D'Hondt la desviación media de los dos primeros partidos es 16,34% y la de Sainte-Laguë 12,04%. De nuevo, mayor desviación para D'Hondt.
- Otro índice famoso (el de Gallagher, o de mínimos cuadrados), busca dar más peso a las desviaciones grandes que a las pequeñas, elevando al cuadrado las diferencias, sumándolas todas, dividiendo por dos, y luego hallando la raíz cuadrada. El índice resultante es en este caso 22,92% para D'Hondt y 20,54% para Sainte-Laguë.
O si se quiere: dar dos diputados al PP, al que corresponderían, por sus votos, 1,37 diputados (45,7% multiplicado por tres diputados), o bien dar un diputado a Ciudadanos, al que, por sus votos, le corresponderían 0,46 diputados (15,46% *3).
Parece, lógicamente, menos desviado de la proporcionalidad, "regalar" el porcentaje más pequeño posible de representación. Y por eso, en este caso Sainte-Laguë resulta más proporcional que D'Hondt, aunque sí, parezca raro que "valga lo mismo" 45% que 15%. Pero recordemos que la alternativa es que 45% valga 2 y 15% valga cero.
Por otra parte, recordemos que otro de los valores de nuestro sistema político, proclamado por la Constitución, es el pluralismo político. Una alternativa da voz en el parlamento a solo dos partidos, con el 67,33% de los votos. La otra da voz a tres partidos, con el 82,79% de los votos. O dicho al revés, la primera deja sin representación al 32,67% de los votantes, y la segunda al 17,21%. Desde ese punto de vista, también parece superior la fórmula Sainte-Laguë.
No les voy a repetir todas las cuentas para Teruel, porque ya me he alargado mucho. Pero en resumen, como allí el PP sacó un porcentaje un poco menor, y el tercer partido, Podemos, un poco mayor, la comparación es aún más favorable a Sainte-Laguë, porque la opción está entre "regalarle" un 25,02% de la representación al PP o "regalarle" un 16,41% a Podemos.
He calculado el índice de Loosemore-Hanby (recuerden: la suma de todas las desviaciones, en valores absolutos, dividida por dos, o simplemente la suma de las desviaciones positivas) para todas las provincias que, con resultados como los de 2016, cambiarían el reparto de escaños con Sainte-Laguë. Este es el resultado, ordenando las provincias de mayor a menor reducción del índice:
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De las 21 provincias en las que hay cambios, en 18 mejora el índice, a veces por mucho, y sólo en tres empeora (no más del 3,5%). Con D'Hondt hay tres provincias con índice superior al 30% (precisamente Segovia y Teruel, más Guadalajara, con el récord del 37%). Con Sainte-Laguë el índice máximo está en Segovia, con el 29,6%. En promedio, el índice baja de un 19,1% a un 14,7%, más de 4 puntos.
Así que no, en conjunto, no se puede decir que con Sainte-Laguë empeore la proporcionalidad en las provincias afectadas. En la mayoría, mejora.
También podemos ver el cambio en la proporcionalidad en el conjunto de las provincias afectadas. El resultado sería este:
La proporcionalidad mejora (baja el porcentaje total de representación "regalado" a unos y "quitado" a otros). Si este fuera todo el parlamento del país, se produciría con Sainte-Laguë un resultado muy poco usual en los sistemas electorales: el partido ganador recibe un castigo, mientras que los partidos segundo a cuarto, reciben un pequeño premio.
Pero claro, hay otros 32 distritos donde nada cambia, y los resultados con D'Hondt y Sainte-Laguë son iguales. En ellos el partido ganador sigue teniendo un premio notable, como se ve aquí:
El resultado conjunto, hay que reconocer que de una manera un poco enredosa, con unos distritos con premio al grande y otros con premio a los medianos, produciría un resultado agregado final bastante más proporcional que con el sistema actual:
No sólo disminuye claramente la desproporcionalidad total, es que también disminuye, o como mucho permanece igual, en valor absoluto, el premio o castigo de todos los partidos . Disminuyen más los premios y castigos más grandes (PP y Ciudadanos, respectivamente). Y por tanto, los valores extremos bajan muchísimo: de +5,84% y -4,06% se pasa a +1,56 -0,63%. Incluso, aunque sea por accidente, los premios se van ordenando, de mayor a menor, entre el primer y el tercer partido.
Naturalmente, no pasarían todas estas cosas exactamente igual con los resultados de otras elecciones, pero sí se reduciría, en todas ellas, la desproporcionalidad agregada. Pero esto tal vez se lo dejo para otro día, que hoy ya me he alargado mucho.
En resumen, si (y solo si) se quiere ir a un sistema electoral más proporcional, sin cambiar la Constitución, esta es una fórmula perfectamente posible de hacerlo. La proporcionalidad mejora en el conjunto del sistema, y también en 18 de las 21 provincias en las que cambiaría la distribución de escaños. Aún así, el sistema mantendría un cierto premio (más reducido) para los partidos más grandes, lo que suele considerarse una virtud de nuestro sistema actual.
Naturalmente, quien piense que más proporcionalidad es una mala idea, no verá aquí ninguna virtud. Pero esa es otra discusión.
Efectivamente, lo primero es dilucidar si la proporcionalidad es buena (algo que yo, desde luego dudo mucho). Pero prescindiendo de la pregunta fundamental, lo cierto es que cualquier sistema falla cuando se lleva a los límites, que hay un momento donde unos pocos votos decantan un escaño en una u otra dirección y que los "restos" nunca tienen una solución perfecta. Si a eso le añadimos que en algunas circunscripciones pequeñas hay más partidos con representación significativa que escaños, el lío está asegurado.
ResponderEliminarDesde mi punto de vista es preferible mantener el sistema d'Hondt y aumentar el número de escaños y/o agrupar circunscripciones. O mejor aún, hacer una circunscripción única.
En cualquier caso, cualquier modificación implicará "afectados": o bien los pequeños (¿lo son ahora?), o los grandes (¿lo son todavía?) o los nacionalistas (bueno esos se quejarán siempre sea lo que sea). Por eso no creo que al final haya ningún cambio, la verdad.
Se podría sustituir el sistema de "diputados". Cada partido con representación parlamentaria tendría un único diputado, cuyo voto en el Congreso valdría en proporción al número de votos en las elecciones. Por ejemplo, en vez de que el partido X tuviera Y diputados en el Congreso cuyo voto vale uno, el partido X tendría un único diputado cuyo voto en el Congreso valdría Y puntos. Igual con los demás partidos con representación parlamentaria. Con esto, además, no es necesario que Y sea entero. Se podría incluso calcular Y con varios decimales.
ResponderEliminarSí. Eso es una idea que he oído bastante, pero hay dos problemas.
Eliminar1- Se necesita un mínimo de diputados para las diferentes comisiones. Los partidos con tres y cuatro diputados las pasan canutas en la actualidad para hacer bien su labor, porque a pesar de la opinión general los diputados no se tocan las narices todo el día. Hay muchos carotas y muchos culiparlantes pero siendo justos los portavoces son los que más salen el la tele pero no son los únicos que trabajan. De hecho, en mi opinión, el período de sesiones debería ser más corto para dar menos tiempo a que trabajen (legislen) tanto.
2- Ahora mismo tenemos un grave problema democrático que el sistema de un diputado con N votos no haría sino acrecentar. En teoría los partidos políticos son sólo instrumentos para que los verdaderos representantes políticos, es decir, las personas en forma de diputados, concejales, etc, puedan hacer bien su función de trasladar la diversidad política de la sociedad a las instituciones. En la práctica los partidos se convierten en los verdaderos actores y eso se consagraría de forma salvaje en caso de que hubiese unas pocas personas que agrupasen los votos.
No obstante, sí puede explorarse la idea de un sistema mixto que permita corregir el problema haciendo que, por ejemplo, algunos diputados acumulen los restos y tengan 1.X votos (peligroso que unos diputados tengan más poder que otros), o que se sumen todos los restos de las circunscripciones en un solo diputado aunque se diluiría el concepto de circunscripción.
En todo caso, no hay sistemas perfectos y el nuestro funcionó bastante bien porque estaba pensado para concentrar el voto en dos grandes partidos, uno o dos pequeños y algunos partidos regionales. Ahora que hay cuatro partidos bastante importantes el sistema no funciona bien, pero no nos engañemos, si adaptamos el sistema electoral a la situación actual y el voto se volviese a concentrar en dos grandes partidos, la reforma no serviría.
Y por supuesto, no tengo claro que la proporcionalidad “justa” sea políticamente “buena”. Si la memoria no me falla, los países con sistemas electorales proporcionales son Italia e Israel y no son un modelo de estabilidad. Nuestro sistema d’Hont está a caballo entre el proporcional puro (fabricante de inestabilidad) y el mayoritario (estable pero sumamente injusto) y a mi me parece bastante bueno. A mi entender, nuestros problemas políticos no tiene que ver con el reparto de escaños sino que vienen de la poca cultura democrática de la sociedad y de nuestros políticos (rodillos de la mayoría, falta de cultura transaccional en la oposición, demagogos a granel, etc). Cambiar el sistema electoral no solucionará esos problemas.
En la práctica los partidos se convierten en los verdaderos actores(...)
EliminarPero eso ocurre ya porque, para el Congreso, los votantes no votan a una persona sino a una lista presentada por los partidos.
Eso es lo que digo. Que los diputados son ahora mismo casi indistintos. Pues imagine el grado de cesarismo si al jefe le bastase un sólo diputado para controlar todos los votos y que sólo hubiese asesores a dedo puro sin reclamo electoral ninguno para las comisiones y demás actividades políticas. Da miedo sólo de pensarlo.
EliminarDebería haber circunscripción única, y como se menciona más arriba, una representación de cada partido proporcional a los votos obtenidos (un único diputado por partido).
ResponderEliminarPara resolver el asunto de las comisiones y demás, que cada partido utilice empleados propios, que sean "personas normales" (sin prebendas) que acuden a un puesto de trabajo a hacer lo que les manden (más o menos como ahora)
Cualquier combinación de posibilidades dejará las cosas igual. Primero hay que saber que cuando se vota a una lista desaparece la representación de los votantes y es sustituida por la representación del jefe del partido que hace la lista. Por eso los jefes de los partidos quieren eliminar la desproporcion de la votacion prporcional.
ResponderEliminarA mi, como votante, lo que me interesa es votar a una sola persona que me represente, al que poder destituir y llevar al juzgado al primer dia de su corrupción, no cuando el partido decida que ya no le sirve el elemento en cuestión. Por eso no quiero votar a ninguna lista proporcional. Porque los que al final son diputados le deben el cargo al jefe de su partido y no a mi que he votado.
Por lo anterior se puede decir que el sistema proporcional es una estafa legal. Y su finalidad única es aparentar que deciden los votantes, cuando quien decide realmente es el jefe del partido.
Y los que votan en estos sistemas proporcionales son como niños pequeños cuando creen en los reyes magos. Unos ilusos, pateticos, que lo único que consiguen cuando votan es perjudicarse a si mismos, a sus familiares y a sus amigos.
Este sistema que hay en Espña se llama ESTADO DE PARTIDOS (popularmente partidocracia). Y en la historia reciente ha sido la puerta de entrada al FASCISMO y AL NAZISMO.