28 de mayo de 2020

Ser como Corea (2): no es tan fácil

Nota preliminar: Continuo con el texto que he iniciado en la entrada anterior. Como les advertí ayer, este no un comentario de malaprensa, sino más bien un miniensayo personal sobre el objetivo de las políticas contra el coronavirus para los próximos meses.

Les recuerdo el punto de arranque de mi última entrada:
... Los casos confirmados diarios (media de siete días) pasaron de 0 a 7.900 casos entre mediados de febrero y el fin de marzo (45 días). Desde entonces hasta el 24 de mayo (55 días), han bajado de 7.900 a 320 casos. 1
A partir de ahí argumentaba que en los próximos 100 días podríamos esperar una bajada muchísimo mayor, que siendo incluso más lenta que la de Corea del Sur, o Australia, nos llevaría a niveles de contagio ínfimos a finales de agosto, que nos permitirían hacer vida casi completamente normal a partir de entonces.

La idea es simple; pero espero que no simplona. A continuación, presento algunas de las objeciones posibles a la idea de un retorno temprano a la normalidad y mis respuestas.

El número de casos real es mucho mayor que el de casos confirmados

En realidad, el 24 de mayo no tenemos 320 casos diarios, sino muchos más. Es sabido que los casos confirmados por PCR son muchos menos que los casos reales (por comodidad del lenguaje, me refiero a las infecciones como si se produjeran el día en el que se conocen, aunque en realidad se calcula que entre la infección y el diagnóstico suelen transcurrir unos diez días). De hecho, el informe preliminar de la primera ronda del estudio de seroprevalencia del Ministerio de Sanidad sugiere que a primeros de mayo un 5% de la población residente en España había tenido la infección. Ese porcentaje se traduce en unos 2,36 millones de personas, mientras que el total de casos confirmados por PCR a esas alturas era solo de unas 229.000. Es decir, el número de infectados reales vendría a ser unas 10 veces mayor que el de los confirmados por tests PCR. Suponiendo que esa relación fuera constante, el pico de la curva anterior no debería estar en 7.900 sino en 79.000 casos diarios, y el valor más reciente, para el 24 de mayo, sería en realidad de unos 3.200 casos al día, no de 320. Nos quedaría mucho más camino por recorrer del que parece y, por lo tanto, sería más dudoso que en 100 días pudiéramos llegar a niveles compatibles con la vida normal.

Mis respuestas a este argumento son dos:
1. Es muy poco probable que la relación 10/1 entre el número real de infecciones y el número de casos confirmados por PCR sea constante durante todo el periodo, dado que durante las primeras semanas hacíamos muchos menos tests que ahora. Esto se ve en el cuadro siguiente:


Periodo
Tests PCR



Inicio
Final
Días
Total
Por día
Casos positivos
Tests/caso positivo
Casos positivos/tests
21-feb
23-abr.
62
1.035.522
16.702
206.015
5,0
19,9%
24-abr.
30-abr.
7
315.608
45.087
10.749
29,4
3,4%
1-may.
07-may.
7
274.081
39.154
6.542
41,9
2,4%
8-may.
14-may.
7
294.200
42.029
6.868
42,8
2,3%

El ministerio no ha dado información más detallada de lo que sucedió antes del 23 de abril, aunque todo lo que sabemos hace suponer que el número de tests fue creciendo a lo largo de esas semanas. Por tanto, aunque en promedio se hicieran unos 16.700 tests diarios, en las primeras semanas seguro que fueron muchos menos, y en las últimas, muchos más. Supongamos que en el pico del número de casos registrados, a finales de marzo, es decir, hacia la mitad del primer periodo considerado, el número de tests era efectivamente de unos 16.700 diarios. Los positivos entonces eran unos 7.900 diarios, lo que significaría que la ratio tests / casos positivos sería de 2,1 y el porcentaje de tests positivos (otro modo de expresar la misma relación), del 47,3%. Parece lógico pensar que entonces dejábamos de detectar muchísimos más casos que en la última semana con datos (8 al 14 de mayo), periodo en que se hacían 42,8 tests por caso positivo (es decir, un 2,3% de tests positivos).

Por lo tanto, la ratio infecciones reales / infecciones confirmadas no puede ser una constante, de 10/1. Era con seguridad mucho mayor al principio que ahora. De forma que el número de infectados a diario el 24 de mayo no es de unas 320, pero tampoco es de 3.200. Debe ser mucho menor, aunque no tengo datos para estimar cuánto.

2. Si la ratio casos reales / casos confirmados era más alta en el pico de la infección que ahora, esto también quiere decir que el ritmo de reducción del número de casos es en realidad mucho más rápido que lo que parece a primera vista con los datos de casos confirmados.

Con ellos, la bajada de 7.900 a 320 casos entre el 30 de marzo y el 24 de mayo supone una reducción, en promedio, de un -5,7% diario, aproximadamente.

Pero si suponemos, en una estimación creo que conservadora, que el número de infecciones reales fuera el 30 de marzo 15 veces superior al de las las confirmadas, unas 118.000  (15 x 7.200) y el 24 de mayo fuera 7 veces superior, unas 2.200 (7 x 320), el ritmo de caída en las infecciones habría sido de un -7% diario.

Si pudiéramos mantener ese ritmo de reducción, partiendo de esas hipotéticas 2.200 infecciones diarias el 24 de mayo, tendríamos 460 el 15 de junio, 150 al final de ese mes, 50 a mediados de julio, 17 hacia el 31 de julio, 6 el 15 de agosto y 2 el día 31 de ese mes. Hablo de infecciones totales reales, no de infecciones confirmadas al ritmo al que lo hacemos ahora.

(Aun olvidando el punto 2, suponiendo que el 24 de mayo hubiera en realidad 3.200 infecciones diarias y que el ritmo de caída fuera del -5,7%, a la altura del 31 de agosto asistiríamos a unas 10 infecciones diarias).

Pero claro, estas cuentas corresponden a un escenario muy optimista y bastante engañoso, porque la tasa de caída de la últimas semanas, con el confinamiento, no se puede mantener cuando salgamos de él. Lo cual me lleva a la siguiente objeción.

Al relajar el confinamiento, los contagios no disminuirán tan rápido como hasta ahora


Esto está absolutamente claro. Si vamos relajando las medidas de confinamiento, al aumentar el número de personas con las que entramos en contacto cada día, se facilita que los infectados, particularmente los asintomáticos, puedan contagiar a muchas más personas, en promedio, y que crezca el famoso número R (el número medio de personas contagiadas por cada persona infectada, que si es mayor que 1 significa que la epidemia se está expandiendo, y si es menor que 1 significa que la epidemia está en recesión).

De hecho, algo de esto ya ha pasado. En la página web del Instituto Carlos III puede verse el cálculo que hacen sus expertos del número Rt en cada momento (tienen allí también un enlace explicativo del método de cálculo). El gráfico disponible a 24 de mayo (con datos solo hasta el día 21, por los líos que se trae el ministerio con los datos) es este:



Estiman que, a comienzos de marzo, Rt adoptaba valores altísimos, entre 4 y 5, en un momento en que no había ninguna medida oficial de control, y, probablemente, la conciencia social sobre el asunto todavía era incipiente, por lo cual muy pocos tomaban precauciones en cuanto a la reducción del contacto con los demás y en cuanto a la higiene personal (lavado de manos). Esto ya probablemente empezó a cambiar en la semana previa a la declaración del estado de alarma, cuando se cerraron los centros educativos en algunas comunidades, se prohibieron los vuelos Italia, y en general las noticias eran cada vez más alarmantes. Eso explicaría que para cuando el gobierno decretó el estado de alarma, el 15 de marzo, Rt había bajado al entorno del 3.  Desde entonces descendió de forma rápida, situándose por debajo del valor crucial de 1 en torno al 1 de abril y habiendo continuado, con algún altibajo, en línea descendente, mucho menos pronunciada, hasta el día 5 de mayo, en que llegó a su valor mínimo del 0,67. Desde entonces habría subido hasta un valor, a 21 de mayo, de 0,82. Se trata de la media para España, que oculta que algunas comunidades autónomas vuelven a situarse por encima del 1.

El punto de inflexión, al alza, del 5 de mayo está probablemente conectado con la salida a la calle, primero de los niños (el 26 de abril) y luego de los adultos (el 2 de mayo), y el ascenso posterior refleja también, con seguridad, el comienzo de la fase 1 en varias zonas de España.

El 25 de mayo una buena parte de España ha entrado en fase 2 y, si todo va bien, dos semanas después, el 8 de junio, esas mismas zonas pasarán a la fase 3, y, tal vez, el 22 de junio algunas lleguen a la llamada “nueva normalidad”. Cada fase significa una relajación de las reglas, y un aumento de los contactos, por lo que cabe esperar que Rt siga aumentando, y, aunque quede por debajo de 1 (si no fuera así, ese calendario se retrasaría), esté lo suficientemente cerca como para que las infecciones no se reduzcan a un ritmo del -5,7% o -7% diario, como he calculado para la fase anterior, sino solamente a un -2% o -1%.

Eso afectaría enormemente a las cuentas hechas más arriba para estimar el número de infecciones reales que podríamos esperar tener cada día hacia el 31 de agosto. Mi cálculo optimista era de solo 2, y el menos optimista hablaba de 10. Pero si partimos de la estimación de 2.200 infecciones reales hacia el 24 de mayo, con una caída diaria de -2%, el 31 de agosto habría aún 300 infecciones diarias; y con una caída diaria de -1%, las infecciones diarias serían todavía unas 825. Podrían ser incluso más, si la Rt sube por encima de 1 durante algún tiempo, y la caída promedio se queda en -0,5% o se acerca a cero.

La cifra de 825 contagios diarios equivale a unos 17 por millón de habitantes. Una cifra quizá todavía alta como para poder volver con garantías a una vida casi normal, con, por ejemplo, las escuelas y los institutos funcionando normalmente. Volveré luego sobre esos números.

Habrá rebrotes

Una variante del argumento anterior es que no solo se reducirá el ritmo de caída de las infecciones, sino que inevitablemente habrá rebrotes, es decir, inversiones del proceso de caída, periodos en los que el número de infectados no solo no decrece, sino que aumenta. Algunos hablan, en concreto, de una segunda ola, que podría darse en otoño o en invierno.

Mi respuesta a este argumento es que los rebrotes son posibles, pero no inevitables, y que su magnitud y sus efectos dependerán, precisamente, de lo que hagamos. Un rebrote nacional de la magnitud del crecimiento de la epidemia hasta mediados de marzo es casi imposible, porque lo detectaríamos a tiempo y pondríamos barreras más efectivas para evitarlo y lo haríamos con más rapidez. Rebrotes menores, a escala local, con unas decenas o cientos de infectados, son probablemente inevitables, al menos durante un tiempo, pero compatibles con una tendencia general descendente, más o menos rápida. Es precisamente la contención de esos brotes y su reducción a la mínima expresión lo que nos podría llevar a “ser como Corea”.

Porque no hay que dar por hecho que la reducción del confinamiento, el paso por las fases sucesivas hasta la “nueva normalidad”, deba llevar consigo necesariamente un aumento del valor de Rt hasta acercarlo a 1, y, por tanto, un estancamiento en un número de contagios alto. No tiene por qué ser así, pues a medida que salimos del confinamiento, deberíamos estar aplicando medidas que reducen las probabilidades de contagio. El famoso “test, track and trace”, que dicen en inglés, o test y rastreo, en castellano, que es la clave del éxito de países como Corea del Sur (y otros muchos).

De eso me ocuparé en la tercera entrada de esta serie: Hemos aplicado el plan B, ahora volvamos al plan A

******************
1 Como en la entrada anterior, reconozco que precisamente estos días la desconfianza sobre los datos publicados por el ministerio es grande. No obstante, el tipo de desviaciones y descuadres que se están conociendo son relativamente menores, en términos porcentuales, y no afectan al grueso de mi argumento.

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