19 de julio de 2004

Malaprensa o malaciencia

(Gracias a Wonka por la pista)

Hay ciertas causas "populares" que encuentran fácilmente un científico bienintencionado que las estudie y llegue a las conclusiones políticamente correctas. Cuando la prensa nos lo cuenta, uno no sabe si está ante malaprensa o malaciencia. Esto sucede con la noticia publicada el sábado 17 de julio por ABC: Pasar frente a la TV dos horas diarias en la niñez predispone a la mala salud. Aparte de que "predisponer" quizá no sea el verbo más adecuado, y habría que haber dicho algo así como "está asociado con", uno se pregunta por los mecanismos causales que pueden explicar la relación entre ver televisión y tener mala salud.

La noticia de ABC no responde a esa crucial pregunta, y sólo informa de que según un estudio realizado por una universidad de Nueva Zelanda, que va a ser publicado por la prestigiosa revista médica The Lancet, "los menores que ven la televisión durante dos horas o más al día están predispuestos a padecer un riesgo aumentado de sufrir sobrepeso, fumar y poseer elevados niveles de colesterol en la primera madurez".

Viendo la nota de prensa de la Universidad de Otago, uno se inclina a pensar que podemos estar más bien ante un caso de malaciencia. No es que el estudio no sea serio concienzudo. 1000 niños nacidos entre 1972-73 fueron entrevistados cada dos años, entre la edad de los 5 y los 15 años, y se les preguntó cuanta televisión veían. Después se estudió su salud en la primera madurez (como "young adults" dice literalmente la nota) y se encontró que los que veían más televisión de niños tenían más problemas de salud (sobrepeso, colesterol alto, tabaco). La asociación no se puede explicar por factores familiares (como familias fumadoras), o socio-económicos, o por "otros factores", dice el estudio. Tampoco se trata de que los niños gorditos vean más la televisión, sino que los niños que veían más televisión tendían a engordar. Parece entonces que ver la televisión tiene un efecto propio y separado sobre la salud.

Ahora bien, la nota de prensa, algo más adelante, enumera posibles vías causales de relación entre ver la televisión y la mala salud. En primer lugar, el tiempo dedicado a la televisión "puede quitar tiempo que podría dedicarse" a formas de ocio más activas; en segundo lugar, a pesar de la prohibición de publicidad del tabaco en televisión, que existe en Nueva Zelanda desde los sesenta, "la imaginería del tabaco ha sido común en la televisión infantil"; en tercer lugar, "la publicidad televisiva en Nueva Zelanda durante las horas de audiencia infantil tiende a promociona una dieta no saludable". La redacción de esa parte de la nota de prensa da a entender claramente que esto son sólo hipótesis, que no han sido estudiadas en el trabajo. Es decir, que entre los "otros factores" mencionados más arriba, que no explican las diferencias de salud, no pueden estar, porque no han sido estudiados, ni los hábitos alimentarios, ni los hábitos de actividad física y deporte de los chicos. Bueno, pues no sé por qué se me ocurre que a lo mejor estas dos cosas tienen más que ver con el colesterol o el sobrepeso que ver o no la televisión.

Comentarios hasta el 26-12-09

Malaciencia, no se hacen preguntas políticamente incorrectas (hasta para Malaprensa) .... a ver quién sale a la palestra preguntándose si la lectura predispone a la mala salud, u otras mil que se te pueden ocurrir.

Yo me olía que debía de haber algo de malaciencia (en el sentido de exagerar los resultados de una investigación). Todavía no he podido leerla, pero sí he comprobado que el artículo iba acompañado de un comment firmado, junto con otro autor, por David S. Ludwig, uno de los máximos activistas (eso sí, científicos de renombre) a favor de hacer todo lo posible para atajar la "epidemia" de obesidad que asola a los niños americanos. (sigue...)

Entre otras cosas, promueve lo que llaman fat-tax y de cosas como:

"In the meantime, the data presented by Hancox and colleagues strengthen the case for a ban on food advertisements aimed at children. ... In an era when childhood obesity has reached crisis proportions, the commercial food industry has no business telling toddlers to consume fast food, soft drinks, and high-calorie low-quality snacks, all products linked to excessive weight gain. ... A precedent for restrictions on the marketing of products deemed harmful to children already exists—tobacco.

Clearly, obesity is a complex condition with numerous genetic, environmental, and psychosocial contributing factors. However, the multifactorial nature of the problem should not be an excuse
for inaction. Measures to limit television viewing in childhood and ban food advertisements aimed at children are warranted, before another generation is programmed to become obese." (The Lancet, 264, July, 17, 2004, pp. 226-227).

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