No sé a cuento de qué viene esta noticia (ABC del 19 de julio: Los padres reclaman nuevas asignaturas al sentirse desbordados en la tarea de educar a sus hijos), que no lo es, sino una especie de síntesis (mejor dicho, reiteración, casi con puntos y comas de trocitos de notas de prensa) de datos (dudosos) a favor del punto de vista del autor sobre la conveniencia de las asignaturas transversales en la escuela. Quizá es que el verano deja todavía más hueco a noticias que no lo son.
No sé a qué viene, pero sí sé que flaquea por varios sitios. Veamos.
La introducción es un estupendo compendio de lugares comunes no necesariamente validados por la experiencia:
“Vivimos en un mundo complejo y cambiante, en donde lo que hoy es aceptado mañana puede dejar de serlo, en el que la competencia da poder al «todo vale» y en donde la velocidad y el vértigo acorralan los momentos de reflexión. Y sin embargo, es en esta sociedad del cambio en donde la educación es, y seguirá siendo, un pilar clave.”
Prosigue con una afirmación acerca del cambio del papel de la escuela de alguien que parece que no ha ido a la escuela en su vida, pues parece que sólo ahora a pasado a ser “un importante agente educador”:
“La escuela está cambiando su papel, de transmisora de conocimientos ha pasado -en gran parte por la dejadez de los padres- a ser un importante agente educador.”
A continuación emite un juicio sobre la educación en valores que valdría para... ¿1969?, pero no, desde luego, para el año 2004:
“Integración, solidaridad, paz, igualdad, respeto, responsabilidad... son cuestiones que aunque no tienen cabida en los currículos oficiales han ido conquistando los pupitres de los colegios.”
Luego viene lo que parece la idea fuerza central del artículo, la de que los padres piden más atención para las asignaturas transversales, pero no aporta ninguna evidencia, ni siquiera la nota de prensa de alguna asociación de padres, o alguna entrevista hecha a la salida del colegio. Nada:
“Hoy día, son muchos los padres que reclaman a las instancias educativas una mayor atención hacia las denominadas «asignaturas transversales» y exigen su incorporación al sistema como nuevas materias.”
Prosigue con una selección de datos de encuesta que abundan en la idea de la importancia de esas “asignaturas transversales”. Los primeros, acerca de lo incapaces que se sienten los padres para educar a sus hijos, provienen casi directamente de la nota de prensa de la FAD cuando publicó el estudio (debidamente recogida por el mismo autor el 1-12-2002 en el ABC; aunque en esta ocasión, su redacción se parece sospechosamente a la de Comunidad Escolar).
Sigue, a mi juicio, con su alucinación acerca de las transversales [mis juicios en corchetes]:
“El debate sobre la necesidad de este tipo de asignaturas es cada día mayor [¿¿¿evidencia???] y la comunidad educativa discute cada vez más sobre la necesidad de incluir contenidos como la educación en valores, ambiental, sexual, para la democracia, educación vial, para el consumo, la salud, la paz... [están incluidos] Muchas de ellas [todas ellas, creo] fueron recogidas por la Logse como asignaturas transversales [no sólo como tales] y son aplicadas de forma optativa [obligatoria, quiere decir] en los colegios españoles.”
“... Ello exige un cambio en los currículos -un modelo estructurado que ya no satisface todas las necesidades formativas actuales [¿qué querrá decir esto?]- y un cambio de mentalidad en el profesorado [¿y esto?]. Hay que, como señala la Unesco [quiere decir señalaba, se refiere al Informe Faure, de 1972], acercar la escuela a la realidad social en la que se encuentra. Un objetivo que, por otra parte, resulta complicado en cuanto a la contradicción que suponen los temas transversales en un sistema educativo jerarquizado [¿jerarquizado?] y competitivo [el mantra habitual, pero, en realidad, ¿quiénes compiten con quienes?].
Lo siguiente es el típico non sequitur aderezado de batiburrillo:
“Pero a pesar de ello, la realidad social que viven los jóvenes españoles, las cifras de contagios de sida [que están cayendo, si no me falla la memoria], de violencia doméstica [España, de los países en que menos hay, y no parece que vayan al alza], de fallecidos en accidentes de tráfico [altas, en comparación con otros países, pero no parece que vayan al alza], de abortos en adolescentes [altas o bajas, no lo sé] ... evidencian una clara necesidad de apostar por materias más allá de las tradicionales [este es el non sequitur: no es evidente que para “luchar” contra esos problemas haga falta un cambio de currículo] que logren educar en la responsabilidad y en la igualdad.”
Las cifras siguientes, sobre comportamiento sexual de adolescentes son imposibles de comprobar, pues sólo contamos con la nota de prensa que dio el Ministerio de Sanidad y Consumo en su momento, adelantando los resultados de un estudio todavía no publicado. No incluyo el enlace porque las notas de prensa anteriores a abril de 2004 han desaparecido de la web del MSC. Sin embargo repiten la mala redacción de aquella nota de prensa, la incompletitud de las cifras y los juicios que entonces se encargó de difundir el Ministerio (y vocear los medios, entre ellos, el propio ABC). Curioso.
“Tres de cada diez [en realidad es un 25,4%] adolescentes españoles de entre 15 y 17 años mantiene relaciones sexuales y sólo el 12,7 por ciento [¿de los que mantienen relaciones o de todos los adolescentes?] reconoce utilizar algún método anticonceptivo considerado fiable. El resto de los escolares no utiliza método anticonceptivo alguno (12 por ciento [¿esto es el resto?]), pero para más inri, casi ocho de cada diez adolescentes ni siquiera se pronuncia sobre el asunto [no sabemos si no se pronuncia sobre el hecho de mantener relaciones sexuales, cosa probable, o si lo es sobre el uso de anticonceptivos], lo que pone de manifiesto la falta de información, los tabúes o la despreocupación sobre su comportamiento sexual [o, pequeño detalle, el que los críos de esas edades se muestren muy tímidos a la hora de responder a este tipo de encuestas; como se comprueba aquí)] . El resultado: cada año más de 7.000 españolas menores de edad se quedan embarazadas”.
A continuación toca criticar la dieta y los hábitos alimentarios de los niños y jóvenes. Seguramente tiene bastante razón en lo que dice (aunque me temo que la evidencia que lo sustenta sea “delgada”, como dicen los angloparlantes), pero ¿qué podemos inferir de que “dos de cada diez niños de entre 10 y 12 años [deseen] estar más delgados”? La mención del grave problema de la anorexia seguramente tiene sentido, pero ¿qué significa que “un 50 por ciento [de los anoréxicos, se entiende] no alcanza más allá de los estudios secundarios”? Aparte de qué signifique “estudios secundarios”, ¿se ha preguntado el periodista por la proporción entre los no anoréxicos?
Sigue otro non sequitur:
“Estos y otros datos -como la incidencia del alcohol, el sida o las drogas entre los alumnos españoles- respaldan la necesidad de poner en marcha una educación para la salud”
y otra afirmación sin sustentar:
“Una materia reclamada desde asociaciones de padres y otros colectivos que piden la creación de una asignatura que ayude a los escolares desde edades tempranas a comprender los riesgos y la forma de evitarlos.”
Añadamos otro non sequitur más:
“Para suprimir la violencia, la discriminación racial y los atentados contra la dignidad humana hay que hablar de educación en valores”
y una colección de datos que no he tenido tiempo de comprobar, pero cuya síntesis es todo un prodigio de intepretación:
“Una cuestión difícil en un mundo en el que el 83,4 por ciento de los adolescentes españoles de entre 15 y 24 años se identifican con los valores pragmáticos [los que el autor del estudio, seguramente, defina como tales]. Los considerados «tradicionales» no están de moda y apuestan por la búsqueda del placer inmediato [¿evidencia?]. Además, un 24,1 por ciento no tiene reparos en admitir que apuesta por valores incívicos y ventajistas-que buscan el interés o beneficio propio aún a costa de perjudicar a los demás- [ya me extraña que nadie reconozca esto explícitamente] y un 22,2 por ciento reconoce ser autoritario o xenófobo [todavía me extraña más]”.
La traca final, casi completando la colección de tópicos:
“El freno a la destrucción de nuestro planeta, a la irresponsabilidad en las carreteras o al consumismo necesita del sector educativo.”
Y concluye insistiendo en la llamada de atención:
“Padres y educadores deben ser conscientes de que los valores que un niño interioriza serán determinantes a la hora de enfrentarse a cualquier conducta de riesgo social, como la violencia, la intolerancia y el racismo. Por tanto, la realidad social que viven los jóvenes hace más necesaria una mayor atención hacia las -hasta ahora- consideradas «materias menores» del sistema educativo.”
Y yo concluyo preguntándome si no se tratará todo el artículo, a su vez, de la reiteración de una nueva nota de prensa o comunicado, o lo que sea, de alguna asociación u otro actor interesado que no he podido localizar. Si no lo es, lo parece.
Comentarios hasta el 26-12-09
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