La Unión Europea estudia desde hace semanas como paliar los efectos negativos de la liberalización del comercio textil en el mundo -una inquietante realidad desde ayer, 1 de enero de 2005- pero aún no ha encontrado la 'fórmula magistral' para evitar, por ejemplo, perder más de 50.000 empleos en un solo año. Los principales países afectados, entre ellos España, dudan entre adoptar medidas fiscales (como subir el impuesto del IVA a las importaciones procedentes de sus competidores), recurrir con frecuencia a las cláusulas de salvaguardia ya previstas o apostar de forma más decidida por la moda (negritas mías).El lenguaje se parece al que se usa, por ejemplo, para hablar del cambio climático, pero claro, la liberalización mundial del comercio textil no un resultado indeseable de otras actividades económicas (como podría ser el cambio climático), ni es un fenómeno natural incontrolable. Es el resultado de un acuerdo internacional, en el que han participado (como promotores) los propios países europeos.
¿Por qué entonces tienen que "paliar" los resultados de esta "inquietante realidad"? ¿Por qué no se negaron a firmar acuerdos en su día que evitaran esta terrible catástrofe, que nos va a traer una "temida avalancha" de productos de China? ¿Por qué llegaron a un acuerdo cuyos "grandes beneficiados" son precisamente China e India, mientras que los europeos somos "afectados"?
Quizá porque el artículo omite algunos puntos interesantes. Por ejemplo, que los efectos del comercio libre no son sólo para los productores sino también para los consumidores. Por tanto, el efecto del libre comercio para Europa es mixto: para algunos productores de productos textiles, puede ser perjudicial, para la mayoría de los consumidores es beneficioso. No se puede hablar de ello, por tanto, sólo desde la perspectiva de los productores del textil, o se está omitiendo la mitad de la historia.
Por otro lado, las cuentas no se pueden hacer mirando sólo al textil, puesto que la liberalización de ese sector es el tardío resultado de una ola general de liberalización del comercio de muchos sectores, en la que, lógicamente, según de qué sector se trate, unos países se han beneficiado más que otros. Precisamente la liberalización del textil era reivindicada más bien por los países en desarrollo, quejosos de que los "ricos" les exportaran a ellos, cada vez con menos barreras, los productos en los que son fuertes, y mantuvieran las barreras, en cambio, para los productos en los que los países en desarrollo pueden competir mejor. Así que, suponiendo que se pierdan algunos puestos de trabajo en Europa en el textil, para hacer un análisis correcto habría que comparar esto con el efecto global de la liberalización de otros sectores (por cierto, un dato curioso: tras una larga crisis, contra lo que muchos creen, el empleo industrial ha crecido bastante en España desde mediados de los noventa, según datos del INE).
Finalmente, si los chinos y los indios nos venden cada vez más ropa, se harán más ricos, y algo comprarán con ese dinero. Parte de ello vendrá, sin duda, de fabricantes europeos, norteamericanos o japoneses.
En definitiva, la liberalización del comercio textil es parte de un proceso más amplio. Analizarla por separado, y dentro de ella, sólo en referencia a los productores, es contar la mitad o la cuarta parte de la historia. Sin duda no todos los efectos de la liberalización son buenos para todos, especialmente en el corto plazo, y es comprensible que a las personas y sectores obligados a una fuerte reconversión les haga muy poca gracia. Pero contarlo como si todo el efecto de la liberalización fuera ese es caer en un simplismo falaz.
Como contraste, véase como el Economist, favorable en general a la liberalización, cuenta sin embargo con cuidado los pros y contras de este proceso, y cómo los más perjudicados pueden ser, curiosamente, productores de países en desarrollo que no puedan competir con China o India, como Bangladesh, Nepal o Sri Lanka.
Comentarios hasta el 27-12-09
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