Ya están aquí los mal llamados cursos de verano de las universidades españolas, que son en realidad ciclos de conferencias, la mayor parte de las veces poco hiladas entre sí, y muchas veces impartidas por celebridades políticas o periodísticas que nada tienen que ver con la universidad. Eso sí, se celebran habitualmente en lugares más o menos turísticos, y a un ritmo tirando a relajado. Todo esto lo agradecen mucho los conferenciantes, que aparte de cobrar una moderada gratificación monetaria, reciben una compensación considerable en especie, ya que pueden pasar unos días a cuerpo de rey en un lugar agradable, acompañados, en su caso, por sus cónyuges o similares. Los alumnos no son muy exigentes, porque pagan precios subvencionados o tienen becas, les dan algún credito académico que pueden usar en su universidad a cambio de la sola presencia (no siempre controlada), y pueden aprovechar las muchas horas libres para ir a la playa o hacer turismo.
Esta juerga la pagan nuestros bancos y cajas, poniéndose encima medallas como grandes promotores de la educación universitaria. Mejor sería que cerraran estos chiringuitos y dieran dinero para otras cosas.
Todo esto no lo leerán ustedes nunca en los periódicos, que tienen una relación simbiótica con las universidades de verano: los medios dan cobertura privilegiada a los cursos, y se abstienen de criticarlos, haciendo indirectamente publicidad gratuita a los patrocinadores (cuyos logos aparecen de fondo muchas veces en las fotos de los cursos) y muchos de estos cursos dan titulares para los periódicos veraniegos, siempre tan faltos de contenido.
En fin, todo esto es una introducción para el titular de hoy de El País, Un demoledor estudio revela el escaso interés de los profesores por la lectura, que proviene, efectivamente, de un curso de verano. El titular distorsiona seriamente el contenido del estudio, que sí aparece reflejado en el subtítulo: "El 40% de los maestros de primaria y secundaria no visita nunca la biblioteca escolar".
El texto es confuso, porque se mezclan datos sobre las actividades individuales del profesor y las actividades realizadas con los alumnos. Pero aún así parece que visitar la biblioteca escolar y tener interés por la lectura son cosas dramáticamente diferentes, sobre todo, precisamente, en el caso del profesor, debido en parte a a la pobreza de nuestras bibliotecas escolares, y en parte a que lógicamente van a estar orientadas a los intereses de los alumnos, y no a los de los profesores.
A la periodista se le ha ido claramente la mano. Un titular sobre la escasa utilización de las bibliotecas escolares hubiera sido mucho más ajustado a la noticia. Pero menos espectacular, claro.
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