6 de agosto de 2005

Más sobre precios y paquetes

Mi mensaje del jueves a la noche sobre el redondeo de las telefónicas ha despertado muchos comentarios, que apuntan en muchas direcciones. Después he leído la noticia y el editorial de El País de ayer, y me he quedado con ganas de hacer más indagaciones. Así que este sábado agosteño he pasado un ratillo con ellas, y he descubierto algunas cosas interesantes.

Pero eso se lo contaré mañana. Ahora me aparto de la línea habitual de Malaprensa para hablar del fondo del asunto. Ya que se ve que la cosa les ha provocado, voy a meterme un poco más en el charco. ¿Debe permitirse a las empresas de telefonía móvil "redondear" al alza la duración de las llamadas a la hora de facturarlas? Para mí la respuesta es simplemente sí, por una razón muy sencilla: porque el precio por segundo lo fijan ellas también libremente. Por tanto, el precio por segundo no es un dato dado, ajeno, sobre el cual luego la empresa toma la decisión de cómo cobrar (por segundos, por bloques de 15, 30 ó 60). No: la decisión sobre el precio y la decisión sobre la agrupación son hechas por la misma empresa y van unidas.

Lo que Movistar pretende es, por decirlo así, "vender los segundos en paquetes de 30". Oponerse a eso como un abuso, por el simple hecho de que también se pueden vender de uno en uno, cuando el precio de cada segundo lo fija libremente la propia compañía, y de hecho lo vende a precios muy diferentes según los múltiples planes, es poner la lupa sobre una parte muy pequeña de la relación cliente-empresa, y perder de vista el conjunto.

Lo que más me ha llamado la atención es que El País abra su editorial sobre el tema con esta frase rimbonbante: "Una regla fundamental en la llamada economía de mercado es que los ciudadanos deben pagar por los servicios que obtienen; ni más, ni menos." Esta regla fundamental no la había leído yo en ningún manual de economía. ¿Ustedes la conocían? Parece que según esta nueva regla fundamental descubierta por El País todas las empresas deberían vender sus productos en las unidades mínimas mensurables y cada consumidor debería tener el derecho de adquirir y pagar sólo la cantidad que desee consumir.

He estado meditando sobre esto y he encontrado que El País y las organizaciones de consumidores podrían mano a mano iniciar una serie de campañas contra todas estas empresas que abusan de los consumidores con el redondeo:
  • Los videoclubs que alquilan películas por un precio fijo por día entero, aunque se devuelva a las pocas horas. Inaceptable.
  • Las piscinas municipales como la que visité yo el otro día, en la que me cobraron el precio de un día completo, cuando sólo estuve 3 horas. Intolerable.
  • El metro y los autobuses de muchas ciudades que cobran el mismo precio del billete, independientemente de la distancia recorrida. Escandaloso.
  • El metro de Bilbao (y Londres, y París...), y los servicios de cercanías de Renfe en casi toda España que cobran un precio por zonas, de manera que cuesta lo mismo recorrer 2 estaciones que 10, dentro de la misma zona. Vergonzoso. Aún peor: si va usted de una estación a la siguiente, pero en medio está el cambio de zona, le costará mucho más que recorrer 10 estaciones dentro de una sola zona. Un robo.
  • Las operadoras de televisión, como Canal Satélite Digital (monopolística en España, por cierto), que obligan a adquirir los canales en "paquetes", en lugar de poder contratarlos de uno en uno (como por cierto permitía Vía Digital), de manera que cada consumidor pague sólo por los canales que realmente ve. Inaudito.
  • ¿Qué me dicen de las academias de idiomas que le cobran a uno la cuota por meses anticipados, aunque luego sólo vaya a la mitad de las clases? ¿No les parece estrafalario?
  • Ahora que lo pienso, todos los servicios de "tarifa plana" son una violación de esa "regla fundamental" que ha descubierto El País. Sin duda, entre los clientes de esos servicios hay algunos que consumen mucho más que otros. Por tanto, si se pudiera dividir el precio por unidades de consumo, algunos estarían "consumiendo más de lo que pagan" y otros "pagando más de lo que consumen". Clara violación de las reglas de la economía de mercado. Hay que acabar con ello: propongo que se prohiban las tarifas planas de ADSL, y las de voz, por supuesto, y las cuotas mensuales en gimnasios, piscinas y clubs de todo tipo. Que cada uno pague por lo que usa.
  • Con la misma lógica, es claro y rotundo que habría [joer, qué temporada llevo] que prohibir los buffets libres. Tengo mis dudas con los menús del día, pero más bien me inclino también por su eliminación, ya que es obvio que mis compañeros de mesa habituales que comen siempre pescado están consumiendo un producto más caro que yo, que suelo tirarme a la carne. Así que sin duda yo les estoy subvencionando, de forma que pago más de lo que me correspondería (y ellos menos, traidores).
  • También está claramente en contra de la regla fundamental la práctica de vender conjuntamente cosas que se pueden vender separadas. Por ejemplo: el suplemento de los domingos de los periódicos. Si entre semana podemos comprar o no el libro, disco, o coleccionable de turno, pagándolo por separado, no veo por qué el domingo tenemos que comprar obligatoriamente el semanal, que muchos de nosotros no queremos. De hecho, hace unos años, al menos en Bilbao, podías comprar El País Semanal el sábado o el domingo, y por lo tanto, también, no comprarlo. Luego El País suprimió esa posibilidad, obligando a todos los compradores del periódico a comprar también el suplemento, lo vayan a disfrutar o no.
  • Ya que hemos cruzado la barrera de los servicios a los productos, me acabo de dar cuenta de que muchas veces he ido al supermercado y quería comprar una pequeña cantidad de un producto, pero sólo estaba a la venta en paquetes grandes que tenían mucha más cantidad de la que yo necesitaba. Y así me pasa, que siempre se me quedan los huevos y los yogures pasados de fecha en la nevera, y luego tengo que tirarlos. ¿Por qué razón los yogures se tienen que vender de 4 en 4? ¿Y los huevos de 6 en 6? A lo mejor para cumplir fielmente con la "regla fundamental" habría que prohibir los productos envasados y obligar a que todas las ventas fueran a granel, como en los buenos viejos tiempos...

Bueno, quizá en los dos últimos ejemplos la cosa es distinta, porque lo disfrute o no, uno se lleva materialmente el bien que le están cobrando. En todos los demás, sin embargo, se aplica perfectamente la lógica del editorial de El País. Lógica totalmente equivocada porque, como he dicho antes, esas empresas fijan a la vez los precios por unidad y el "empaquetado" de sus productos (cuantas unidades se van a vender juntas). Si alguien les obligara a facturar por unidades más pequeñas de las que ahora utilizan para cumplir la supuesta "regla fundamental", tendrían que cambiar los precios (¿han comparado ustedes el precio por litro de su refresco favorito en función de los distintos envases?).

Volviendo a Movistar: en lugar de decir "subimos el precio por minuto un X%" (mañana hablaremos de la X) han dicho "vamos a cobrar las llamadas en paquetes de 30 segundos". Son dos maneras de obtener el mismo resultado. Sin duda la primera es más transparente. Pero desde luego no puede ser que la primera sea perfectamente legítima y la segunda un abuso que las autoridades deben impedir.

Además, como decía yo ayer, todo ello sucede en un contexto en el que las empresas están constantemente haciendo ofertas, de manera que el precio por minuto realmente pagado por los clientes ha ido bajando en los últimos años (más sobre eso mañana). Este mismo verano han estado haciendo una oferta de "paga 1 y habla 100" que no sé exactamente en qué consistía (para su información: no soy cliente, y tengo una intensa antipatía a Telefónica y sus filiales), pero que suena a precio medio más barato. En definitiva, que la medida de cambiar la forma de tarifar no puede ser aislada del conjunto de ofertas y planes de precios que la compañía ofrece. Apuesto algo a que al cabo de un año, en conjunto, los precios habrán subido algo menos que la X implícita en el último anuncio.

Mañana vuelvo a lo mío: mis pesquisas sobre por qué la información del Deia del jueves y la de ayer de El País contenían importantes errores. De varios cientos de millones de euros.

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