Veamos. Salvatierra de Barros me cuenta que El País del día 14 publica que "El estrés multiplica por cuatro el riesgo de asma en niños." No hay nada particularmente patoso en la noticia, excepto que se trata de un estudio hecho con los datos de 60 niños, lo cual quizá demandaría un titular más cauteloso, del tipo: "un estudio une el estrés y el asma en niños" o cosa parecida.
También Salvatierra de Barros me envía otro apunte de El País del mismo día: "Dormir poco aumenta el apetito". Otro titular rotundo, otro contenido bien débil: un estudio con 12 varones voluntarios entre 20 y 25 años, que durmieron sólo 4 horas por noche, durante el increíblemente largo periodo de 2 noches, y
experimentaron un descenso del 18% en la leptina, una hormona segregada por el tejido adiposo que dice al cerebro que no hace falta más comida, y un aumento del 28% en los niveles de grelina, una hormona que provoca la sensación de hambre.Cuestionarios realizados a los doce sujetos mostraban que efectivamente tenían más hambre que en los días anteriores, y especialmente "un aumento del deseo de dulces, como caramelos y galletas; comidas saladas, como patatas fritas y frutos secos, y alimentos harinosos, como pan y pasta. El deseo de fruta, verduras o productos lácteos aumentaba mucho menos."
No contentos con esto,
El equipo de la Universidad de Chicago se ha atrevido incluso a relacionar la falta de horas de sueño con la obesidad. Lo cierto es que los datos epidemiológicos parecen indicar que la reducción crónica de las horas de sueño y el aumento de casos de sobrepeso y obesidad son dos fenómenos que evolucionan en paralelo en las sociedades modernas desde hace algún tiempo.Sí, la palabra atrevimiento es seguramente adecuada. Las variables temporales son muy dadas a tener correlaciones, positivas o negativas, porque casi ningún fenómeno social es estático, así que es facilísimo encontrar fenómenos sociales que evolucionan en el mismo sentido a lo largo del tiempo, y por tanto correlacionan positivamente.
En los últimos 40 años, los adultos estadounidenses han reducido su tiempo medio de sueño en casi dos horas. En 1960 dormían una media de 8,5 horas diarias; en 2002 esa cifra se redujo a menos de siete horas por noche. Durante el mismo periodo, la proporción de adultos jóvenes que duermen menos de siete horas ha pasado del 15,6% al 37,1%. Ahora, sólo el 23,5% duerme al menos ocho horas por noche.
Con el peso ha ocurrido lo contrario. En 1960 sólo uno de cada cuatro adultos tenía sobrepeso y uno de cada nueve era obeso. Ahora, dos de cada tres adultos tienen sobrepeso y casi uno de cada tres es obeso. Aunque no está claro que estas dos tendencias estén unidas por un vínculo causal, existen diversos estudios en los que se muestra una relación entre dormir poco y una tendencia al sobrepeso.
Mejor aún, la propia noticia de El País informa de que personas muy cualificadas tienen dudas sobre el estudio:
¿Tanto costaría poner un titular que dijera: "Un estudio apunta a que dormir poco puede hacer aumentar el apetito"?A juicio de otros expertos, sin embargo, la relevancia del estudio de Van Cauter es cuestionable. Marià Alemany, profesor del Departamento de Nutrición de la Universidad de Barcelona, investiga desde hace años la relación entre las hormonas esteroidales y la obesidad en roedores. Según Alemany, el estudio se limita a describir los síntomas a que da lugar la falta de sueño en forma de alteraciones en los niveles de leptina y grelina, pero no explica el mecanismo que está detrás de ese aumento del apetito.
"La leptina y la grelina son protagonistas secundarios aquí. Su influencia sobre el apetito es despreciable. El descubrimiento de la leptina fue un boom y muchos apostaron por ella como solución para el problema de la obesidad, pero ahora ya nadie cree en ella. La grelina es la nueva esperanza, aunque tampoco se conseguirá ningún fármaco antiobesidad con ella", explica.
Seguimos. Iñaki Urteaga me señala que El Correo del 10 de diciembre publicaba que "Abusar del portátil reduce la fertilidad de los hombres jóvenes". ¿Qué tendrá que ver? Pues que
«Con frecuencia, esos aparatos se usan sobre las piernas y, además de producir calor local, hay que apretar las piernas, lo que atrapa el escroto» ... La experimentación, testada en 29 voluntarios de entre 21 y 35 años, revela que, en esas circunstancias, la temperatura aumenta dos grados.Esto es lo único que se ha estudiado: un aumento de dos grados de la temperatura del escroto, tras no se sabe cuánto tiempo de tener en sus cercanías un portátil. Por otro lado, "el aumento de la temperatura escrotal puede conllevar un daño en la calidad del esperma." Por lo que, concluye el estudio,
«Hasta que se realicen otros estudios que proporcionen más información sobre este tipo de exposición térmica, los adolescentes y los hombres jóvenes deberían limitar el uso de los ordenadores portátiles sobre las piernas, ya que el uso prolongado podría tener un efecto negativo sobre su salud reproductiva»O sea, que no hay ningún estudio que haya medido la posible relación entre uso del portátil y fertilidad. Ninguno.
La cosa es aún peor. Iñaki me manda un vínculo al resumen del estudio (en inglés) y resulta que el aumento de temperatura que se producía tras sesiones de 60 minutos era de 2,6 a 2,8 ºC usando el ordenador sobre las piernas, y de 2,1 ºC manteniendo la misma posición de tensión y presión sobre el escroto, sin sostener un ordenador portátil. Olé y olé y olé.
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