La semana pasada decenas de medios recogieron la noticia de que Blockbuster va a cerrar sus tiendas en España. Según la propia empresa, la culpable de ese cierre es la piratería. Así lo cuentan prácticamente todos los medios, muchos de ellos en titulares.
Pero, como ha detectado el blog Pixel y Dixel (gracias a Guillermo Nagore por la pista) la versión de Blockbuster tiene bastantes agujeros.
Uno. Según Blockbuster (vía Elmundo.es) en 2004 se hicieron en España 70 millones de copias ilegales de películas. La fuente parece ser la FAP, Federación para la Protección de la Propiedad Intelectual, según la que "en 2004 hubo 70 millones de películas copiadas: 16 millones a través de Internet, 17 en el top manta y 37 de pseudocopias privadas". El pequeño problema es que según la memoria de la SGAE, citada en El País, en España se vendieron en 2004 sólo 22 millones de DVDs vírgenes. Aún suponiendo que ninguna de las películas bajadas de Internet se hayan copiado a discos, y que todos los piratas compren sus discos en el extranjero... nos faltan DVDs para tanta copia.
Dos. Como también apuntan muy bien Pixel y Dixel, aunque la piratería sea el coco malo, resulta que puede haber otras razones que han contribuido tanto o más a la pérdida de negocio. Ellos dan varias que suenan muy creíbles, entre las que destacan los millones de DVDs vendidos por los periódicos en promociones a precios tirados (como un alquiler o menos).
Tampoco habría que descartar una mala gestión. Yo, que seguramente no soy un cliente tipo, pero ocasionalmente si alquilaba en esta cadena, creo que también puede haber influido una gestión del negocio basada, precisamente, en los estrenos recientes (los más pirateados), que ocupaban metros y metros de estanterías, sin mantener apenas copias de nada con un año de antigüedad (y no digamos nada de un fondo como Dios manda). Los locales eran además gigantescos, en relación a la cantidad de películas (y mucho más de títulos) ofrecidos.
En fin, llama la atención la facilidad con la que los medios dan por buena una relación causa-efecto que está lejos de ser demostrada. Como sabe cualquier investigador (y un periodista lo es, en cierto modo) que dos hechos sucedan al tiempo no quiere decir que uno sea causa y el otro efecto. Cuando además la fuente es una parte interesada (no van a decir que han gestionado mal su negocio), las precauciones deberían ser aún mayores.
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