Por eso resulta muy curioso, cuando un lector manda un texto que en principio me había pasado desapercibido, quizá porque no toca ninguno de mis temas "favoritos", y al leerlo con cuidado me encuentro con que es un caso egregio de Malaprensa que había dejado pasar.
Algo así me sucedió hace unos días. Me escribió Francisco C. (gracias) llamándome la atención sobre una noticia publicada en El País que informaba del supuesto fracaso de la política del ejército norteamericano sobre los homosexuales, la famosa regla de "no preguntes, no digas" (reproducida aquí). El centro de la noticia era un informe que cuantificaba el daño económico, y de pérdida de personal cualificado, que la famosa política representaba para el ejército. De entrada no le vi problemas graves. Podía compartir con Francisco que el tono del texto era claramente parcial, con simpatía hacia la causa gay, y reproche hacia la política del ejército ("vergonzante"), pero esto, con ser reprobable, en un texto que supuestamente es informativo, queda un poco fuera de mis objetivos, que se centran más bien en errores fácticos, conceptuales, numéricos..., es decir en verdaderos errores de hecho, no en opiniones.
No obstante, me picó la curiosidad, y busqué en Google noticias en medios americanos sobre la misma cuestión. Leí varias de ellas (por ejemplo, en el International Herald Tribune, el Seattle Post Intelligencer, el New York Times, o el Washington Times), que tenían estructuras muy similares, y se referían a los mismos datos, y en el mismo orden, que El País, de modo que era obvio que todos bebían de las mismas fuentes (un mismo despacho de agencia, es de suponer).
Pero encontré algunas curiosas diferencias: para empezar, el texto de El País habla de un "informe parlamentario", lo que puede sugerir, en el lector no avisado, un informe aprobado por el parlamento. No es tal cosa. Es un informe hecho "para" el parlamento, concretamente para 20 miembros del Congreso que lo habían solicitado a la oficina presupuestaria del gobierno, que hasolicitado a cada rama del ejército una estimación de los costes de reclutamiento y entrenamiento de sus miembros y lo ha multiplicado por el número de soldados expulsados del ejército tras saberse que son gays (obteniendo una cifra aproximada de 200 millones de dólares, en diez años).
Otra cosa que me llamó la atención, no sólo en El País sino en todos los demás: nadie parece haber hecho el esfuerzo de averiguar cuánto representan esos 200 millones respecto al gasto de los Estados Unidos en sus diferentes ramas del ejército. Vienen a ser 20 millones al año, comparado con ¿cuánto? ¿Es el 1 por mil, el 1 por diez mil, el 1 por cien mil? Ningún medio lo cuenta, con lo cual dejan totalmente a oscuras al lector sobre el verdadero significado de la cifra.
Pero quizá lo más importante viene ahora. En casi todos los periódicos americanos aparecía, en muy parecidos términos, una referencia a una nota de prensa del Departamento de Defensa donde se defendía la política de "no preguntes, no digas", argumentando que los expulsados por este motivo eran muchos menos que los expulsados por drogas, sobrepeso o embarazos, y que los expulsados representaban el 0,37% de los soldados. Es obvio que estos párrafos estaban en las fuentes que manejó El País (las mismas, claramente, que los periódicos norteamericanos). Pero fueron omitidos de su versión de la noticia.
Creo que dicen las reglas del periodismo que, ante un hecho noticioso, y polémico, o sobre el que hay varias perspectivas, deben darse al lector, en la medida de lo posible, los diferentes puntos de vista. Así, si alguien saca a la luz un informe criticando a una empresa, a una persona, o a una institución, debería ser rutinario, en todo medio de comunicación serio, buscar la opinión de los aludidos, y darle suficiente cobertura en la noticia.
Es criticable que muchas veces no se pida la opinión a los aludidos, por premura, por negligencia o por pereza. Pero en este caso el periodista no necesitaba buscar ese punto de vista, porque lo tenía delante de sus narices en los textos que manejaba, y deliberadamente decidió eliminarlo. Naturalmente, no cabe todo en las noticias. Algo hay que quitar. Pero el texto de El País añadía bastante información sobre los antecedentes, que otros medios omitieron. Así que los problemas de espacio no eran tan grandes. Comparando los diferentes textos, uno no puede dejar de sospechar que el periodista simplemente eliminó aquello que no encajaba con su perspectiva, dando a sus lectores una versión claramente sesgada y parcial.
Conclusión A: insuficiente para todos, por no poner en perspectiva cuánto representa 200 millones de dólares en el presupuesto de defensa de los últimos 10 años; muy deficiente para El País por omitir el punto de vista del Departamento de Defensa.
Conclusión B: nunca estaremos suficientemente entrenados para defendernos de los ataques de la malaprensa.
Comentarios hasta el 27-12-09
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