No es una tarea fácil, ni para la ONG que trata de despertar nuestros adormecidos sentidos, ni para el periodista que canaliza las notas de prensa y trata de encontrar en ellas la novedad en lo que son en realidad fenómenos conocidos, de larguísima duración, de causalidad complejísima, y en los que se producen más bien pequeños o ínfimos cambios de año en año.
Pero aún así, hay que ser cuidadosos. Por ejemplo, parece chocante que a los dos periódicos se les haya colado esta obviedad:
De los 2.100 millones de niños que hay en el mundo (el 36% del total de población)....Ummm. Pues claro. Si uno de cada tres habitantes del planeta es "niño" (entendemos que quieren decir menor de edad), uno de cada tres víctimas de catástrofes naturales será menor de edad. Lógico. No hay nada que denunciar. De hecho, lo esperable sería que fuera una proporción mayor, ya que los países con más víctimas de catástrofes son los relativamente menos desarrollados, en los que la población es más joven que en los países ricos, por lo que habrá, proporcionalmente, más "niños".
... Save the Children denuncia que .... una de cada tres víctimas de seísmos, inundaciones o deslizamientos de tierra es menor de edad.
Pero también me llama la atención el titular de La Vanguardia: "Unos 240 millones de niños son obligados a trabajar desde los cinco años", afirmación que aparece recogida también en El País. Un momento, por favor: ¿el 11% de los niños del mundo trabajan desde los 5 años? En la página del OIT encuentro que esta organización estima simplemente que en el mundo hay 246 millones de niños que trabajan (parece ser, aunque no se dice claramente, que aquí "niño" quiere decir menor de 15 años). Me parecería raro que todos ellos hayan empezado a trabajar a los cinco años. Más bien, quizá, alguien debió decir, que hay 246 millones de trabajadores, algunos tan pequeños como de cinco años.... y ya saben, el proceso degenerativo empezó a correr, como de costumbre.
Va a tener razón mi amigo Jesús. Comentaba con él el otro día las últimas noticias de Malaprensa, y yo, que aunque no lo parezca, soy un buenazo, le decía que suelo atribuir los errores más bien a la torpeza, el despiste, la ignorancia, las prisas... Pero él me replicaba: ¿Y por qué será que todas las cifras malinterpretadas van siempre en la misma dirección, la de la exageración, y no en la de la minusvaloración? ¿No será que los periodistas se "dejan engañar" a sabiendas, por puro y duro sensacionalismo? Pues no tengo una buena respuesta, pero repasando el archivo de Malaprensa, a lo mejor tengo que ir pensando en darle la razón.
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