He recibido una llamada telefónica del redactor de El Mundo que escribió la famosa noticia de Campus sobre los matemáticos. Se ha disculpado por los excesos que cometió ayer en los mensajes en esta página. Le dio un calentón, y escribió algo de lo que luego se arrepintió. Quien esté libre de pecado que tire la primera piedra. Así que disculpas aceptadas.
El calentón se explica, según me ha dicho, porque lleva toda la semana bombardeado por las quejas sobre la famosa noticia y el titular erróneo. Y ha estado dando explicaciones a diestro y siniestro sobre cómo hizo el reportaje, que incluyó, según parece, entrevistas con varios matemáticos que ocupan posiciones relevantes en asociaciones profesionales y universidades. Por lo visto, ante el famoso dato del crecimiento brutal del paro entre 1999 y 2003 nadie le decía "eso no puede ser", "míralo bien porque debes haberlo interpretado mal". Lo que quizá sea prueba de que los académicos viven aún más despistados de lo que creíamos.
Me ha dado otras cuantas explicaciones sobre las entrevistas que hizo, sobre cómo el titular, que él no escogió, desvirtuaba el tema central del artículo, que era subrayar el buen nivel de las matemáticas españolas, sobre cómo ha dado luego muchas explicaciones a gente que le ha dicho que quizá los datos del Libro Blanco no eran buenos en primer lugar... y sobre cómo todo ello le llevó a ese calentón que ahora lamenta. Me hubiera gustado que lo contara aquí y le he ofrecido escribir lo que quiera, pero dice que básicamente está cansado del asunto y que no quiere darle más vueltas.
De todos modos, hay una parte de sus explicaciones que no me ha convencido. Campus dio una noticia que contenía una información claramente errónea, y no ha rectificado. La decisión de rectificar debería ser independiente de que el error sea debido a torpeza propia o ajena, que sea inducido o no, o que los que piden la rectificación lo hagan de buenas o malas maneras. Todo eso al lector le es indistinto. Y al periodista, también le debería ser indiferente.
En fin, que todo esto sería material adecuado para una sección de Defensor del Lector, si la hubiera en El Mundo, donde se podría explicar a los lectores por qué se producen los errores. Y repito un tópico: un periódico que reconoce sus errores y los explica a los lectores creo que no pierde credibilidad sino que la gana. Pero esto aún no lo asumen la mayoría de los medios españoles, me temo.
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